He escrito una novela de ciencia ficción,
una que quiero creer que es buena. Al menos las reseñas que están llegando (aquí
las de JotDown,
Público,
El
Diario y Microsiervos) y las opiniones de los lectores van es esa dirección. Galatea
tiene unas cuantas escenas en las que hay sexo explícito, que no sucio (como
dijo un buen amigo y ahora consta en la solapa). El sexo para mí es parte de la
vida y, al escribir, no tiene sentido soslayarlo. Si no me siento incómoda
describiendo otras acciones y sensaciones de mis protagonistas, ¿por qué apagar
la luz y pasar a otro capítulo cuando se quitan la ropa si lo que puedo contar
va a ayudar a entender a la historia y a los personajes?
Para mí era tan natural, le había dado
tan poca importancia a esos pocos párrafos, que me sorprendió que llamaran
tanto la atención tras publicar la novela. Ya en la presentación fue uno de los
temas estrella; Espido Freire destacó estas escenas y me recomendó, entre
bromas y veras, que abordara una novela erótica porque se me iba a dar bien,
reconociendo además su pudor ante estas escenas. Hace poco, en la presentación
de la primera novela de mi compañera Arancha Serrano, Neimhaim,
también se destacó que el libro era a veces explícito.
Más allá de presentaciones, un
porcentaje razonable de lectores (con los que más confianza tengo) me han
destacado también estas escenas. También el hecho de que hubiera sexo con
robots (módulos los llamo yo), y en bastantes entrevistas me han preguntado sobre
si creo que, de haber alguna vez androides como los que describo, tendremos
sexo con ellos. Clarísimo tengo que sí. El ser humano lleva dando un uso erótico
a la tecnología desde el primer momento. ¿Alguien duda de que si logramos crear
replicantes los usaremos para ello? Yo no.
No había reflexionado demasiado respecto
al tratamiento del sexo en novelas no eróticas, pero últimamente estoy muy
pendiente de si otros escritores apagan
la luz o describen lo que pasa sobre las sábanas (o en el pajar o la encimera
de la cocina) y de lo que opinan respecto a incluir contenido explícito. Con
frecuencia no lo incluyen y en algunos casos directamente he leído que no ven
necesidad en describirlo, que para eso ya hay recursos audiovisuales mucho
mejores.
No lo entiendo. También hay fotos de paisajes
maravillosas y no por eso dejamos de contar cómo es el bosque por el que camina
nuestro personaje.
También los hay que se sienten como pez
en el agua escribiendo de ello y los que se quedan en los soez, gratuito o
repetitivo. Aunque percibo demasiada luz apagada que, de encenderse con bien,
mejoraría la novela.
¿Debería dar nombres? Tal vez en otro
post, si es que éste os gusta.
Tal vez sea pudor, tal vez inseguridad,
impericia, miedo a perder consideración literaria, a que juzguen menor la
calidad de su obra… o pura falta de interés. Habrá de todo. Igual que hay
muchos escritores que publican obras eróticas con pseudónimo. De hecho, si hay
algún escritor por ahí leyéndome, agradecería que me ilustrase sobre su caso
particular.
Por cierto, dudo mucho que vaya a
escribir una novela erótica, y no por mojigatería. Ya tengo otra terminada y
otras dos en proceso de muy diferente temática, pero simplemente porque no me
gusta leer una sucesión continua de escenas eróticas. Ni escribirlas por tanto.
En la vida, por frecuente e importante que pueda ser el sexo, no es algo a lo
que nos dediquemos constantemente (salvo casos muy puntuales).
Os voy a invitar a debatir al respecto,
a que me digáis escritores que creáis que lo hacen bien, mal y regular o que
deberían hacerlo (sí, yo no doy nombres pero os los pido, la vida es injusta y
luego vas y te mueres), y os voy a dejar con la escena más erótica de Galatea. Advierto que no hago spoilers, puede mermar un poco la sorpresa.
Eric
estaba cenando. Se alegró de no encontrarle dormido, probablemente no se habría
atrevido a despertarle y tal vez el día siguiente ya habría perdido el valor
que había reunido caminando por la Aurora en penumbras.
La
sonrisa del hombre era espontánea y sincera. Se alegraba de verla allí. Cala se
relajó un poco.
-La reunión ha terminado, he creído que
te gustaría saber lo que ha pasado-.
-Te lo agradezco-, dijo Eric
invitándola a sentarse a su lado, en la pequeña barra.
Se
sentó más cerca de lo que era necesario, sus piernas estaban tan próximas que
casi se rozaban. Notar el calor que irradiaba el cuerpo del hombre a través de
la ropa la dio la seguridad que la faltaba mientras explicaba el enfrentamiento
irresoluble que había presenciado. Su madre jamás permitiría lo que la
Comandancia exigía como único requisito para cederles Galatea.
-¿A tu
madre le gustaría que me lo contarás?-, preguntó Eric.
Ella
bufó. -Me da igual lo que opine-.
Tardó
poco en resumir el desastre, la pelea a gritos entre su madre y Joupé, y ambos
se quedaron en silencio, sin mirarse. Él probablemente rumiando la información
recibida, Cala decidiendo su siguiente movimiento.
Su
cuerpo actuó por ella. Sin pensar en lo que hacía, su muslo se apretó contra el
del hombre, desde la rodilla hasta la cadera. Su antebrazo desnudo rozó la mano
de Eric. Esperó unos instantes antes de girar el rostro para ver su expresión y
lo que encontró fue una boca ansiosa, que exploró sus labios y su cuello,
recorrió la línea de su mandíbula y volvió de nuevo a su boca. El roce furioso
en torno a sus labios de la áspera barba incipiente la hizo desear tenerle dentro, en ese mismo
instante, sin esperar ni un segundo más.
Se
separó de él, con la respiración entrecortada, para tomarle de la mano y
llevarle hasta la cama. Se desnudaron casi con rabia, pero se detuvo para
deleitarse con las marcas que la ropa interior había dibujado sobre su piel.
Otra novedad a la que no estaba acostumbrada.
Las recorrió con la punta de la lengua, como si fueran caminos a explorar.
Besó
su cuello y su nuez, disfrutando con su respiración agitada, sintiendo al mismo
tiempo la ancha palma de la mano masculina recorrer su espalda, su cintura,
apretando su culo. Ella bajó por su pecho, su vientre, el vello bajo el
ombligo, sus muslos musculosos. Y mordió esa carne dura, sabiendo que le
dolería. Y se dirigió hacia su pene erecto y lamió carne, sabiendo que él
sentiría placer. Repasó toda su superficie con sus labios, exhalando su aliento
cálido desde la base hasta la increíblemente suave piel del glande, jugueteó
con la punta de la lengua en su orificio antes de introducírselo casi entero en
la boca. Nunca antes lo había hecho, jamás había sentido ese impulso con sus
módulos. ¿Por qué debía de haberlo experimentado?. Todos eran máquinas que
podían dispensar placer, pero no sentirlo. Salvo ClaX, claro.
Y
descubrió por vez primera a qué huele el sexo mientras lo introducía en su
interior. Y esa mezcla de su olor y el de él, el saber que él sentía tanto o
más que ella, la llevó al orgasmo más rápido de lo que jamás habría creído
posible.
Él la
dio la vuelta sin contemplaciones para ponerse encima. -Si me dejara llevar te
abrazaría tan fuerte que te rompería-, susurró el hombre sobre el lóbulo de su
oreja justo antes de derrumbarse sobre ella.
Ya
separados, Eric recorrió de nuevo con la palma de la mano el cuerpo desnudo de
Cala.
El hombre
frotó la punta de su nariz hasta llegar a su oreja, la mordió delicadamente el
lóbulo y susurró en su oído con esa voz maravillosa que ella nunca se cansaría
de escuchar: -Tienes una piel perfecta, dorada como el sol reflejado en el
agua-. Enterró la nariz en su cuello. -Y hueles a pan caliente, a pan crujiente
y recién horneado-.
Eric se elevó, apoyándose en un codo,
mirándola a los ojos.
Cala se vio
en los ojos del hombre, y junto a su reflejo vio deseo, devoción, complicidad…
creyó al mirarle que, al menos en ese instante, él nunca querría estar con otra
mujer. Y se maravilló al descubrir lo que le había estado faltando.
-Ahora lo entiendo-, dijo aplastando la
mejilla contra su mano.
* Este texto lo he escrito a modo de colaboración como firma invitada en otro blog. Me apetecía mostrarlo también aquí.